miércoles, 25 de mayo de 2011

Echado sobre el canto del espejo,
escucha algo,
pareciera que quiere oír algo que proviene de su propio reflejo.
Anida en su mente sueños imposibles,
senderos aún impensados por otros.
En ese soneto que imagina,
todos levitamos
a pocos centímetros del suelo.
Al mismo tiempo, todo levita.
Dice que de esta forma,
nos mantenemos atentos al alma
y no a las cosas.

En su sueño nos trasladamos,
nos acercamos al acantilado
y tiramos algunos ripios
a ver qué pasa.
Todos, indefectiblemente, caen.
Se estrellan en algún momento que no percibimos.

En el sueño, me dirijo a él
y le preguntó qué significa todo esto.

Me dice que le gusta el sonido de las piedras,
dice que estamos despiertos,
y que por qué nadie canta acá.

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